Las claves del triunfo del Real Madrid ante el PSG

La victoria de Zidane ante Emery en la táctica, la escasa conexión entre Mbappé, Neymar y Cavani o la labor de Isco fueron algunos de los aspectos decisivos del encuentro.

La heráldica pesa, vaya si pesa. Y la del Real Madrid por Europa más que ninguna. Ya lo conoce de primera mano el deslumbrante PSG. Sin saber muy bien por qué, al equipo parisino se le vino encima el Bernabéu cuando se sentía a salvo y dominante. En una sacudida final el Madrid le dejó grogui, muy tocado para la vuelta. Hasta entonces, el PSG había librado un encuentro igualado en el primer tiempo y más francés en el segundo. Pero donde no alcanzaron Neymar y Mbappé lo hicieron Cristiano, con un gol de penalti y otro de rebote, y Marcelo, que selló el marcador para delirio local. Con 1-1, en el tramo final la hinchada no tenía otro motivo para la fe que no fuera el escudo de los suyos. En los dos últimos tantos estuvo Asensio por el medio, el jugador que a punto de bajarse el telón dio vida a los madridistas para la vuelta en el Parque de los Príncipes.

Llegado el momento cumbre del curso, Zidane arropó a Bale en el banquillo durante más de una hora en favor de Isco. Un mensaje al galés y una apuesta por intentar colonizar el medio del rancho. Cuatro centrocampistas por tres del PSG, en el que Emery incrustó a Lo Celso como eje. El envite más arriesgado del técnico español. El argentino no es un dique, pero la alternativa era el veterano Lass Diarrà, que hasta hace un mes apuraba como pensionista en los Emiratos. Ni la idea del Madrid ni la idea del PSG permitió a uno u otro gobernar el duelo de entrada. Ambos se mostraron tal como son: dos equipos noqueadores que se destartalan más de la cuenta sin la pelota a sus pies.

Nadie se tomó mucho interés en transitar por el centro del terreno, como si fuera un apeadero cualquiera. El reto de los madridistas era enfilar a CR y el de los parisinos enchufar a Neymar. El gol se intuía, tanto por la excelencia de los atacantes en curso como por los apuros defensivos de los dos conjuntos. Su área no es precisamente la que mejor domina el PSG. Sobre todo por las orillas, pero el Real Madrid no explotó esa veta lo suficiente hasta última hora. Solo Marcelo adivinó la ruta abierta desde el principio. En el otro bando, los locales se veían obligados a los auxilios constantes para anudar a Neymar y Mbappé, dos puñales.

A un par de remates iniciales de CR respondió Neymar citando una y otra vez a Nacho. Ya fuera a la carrera, con amagos, culebreos de cintura… Liberado de la infinita sombra de Messi, al brasileño le tocaba ser La Pulga en su primer día de caza mayor en el PSG. Y en un escenario monumental donde hay huellas de Messi por todos los rincones. Activo, al exbarcelonista le faltó la pica final y le sobró un destemple con Nacho que le costó una sanción amarilla antes del cuarto de hora.

En dirección a la puerta de Areola, al Real Madrid le faltó un punto de temple. En parte, porque sintió la necesidad de concluir cada ataque lo antes posible para evitar las contras de un rival con dos extremos supersónicos, de otra órbita. Con Marcelo mediante, el equipo local produjo la primera gran ocasión. El lateral cruzó un pase soberbio desde la línea central, escorado a la izquierda, para CR, que llegó como un tiro por el carril opuesto. La cara de Areola se interpuso en el disparo del portugués. La réplica visitante no se demoró. Colgado de Neymar, al cuadro de Emery tardó en dar hilo a Mbappé, cuya imponente figura y atómico despegue evoca al mejor Ronaldo, el otro, el más redondo. A la media hora, el chico de oro del fútbol galo metió el turbo por la derecha, sacó la cadena a Marcelo y asistió a Cavani, anclado en el punto de penalti. El uruguayo dejó pasar el balón con disimulo y de la disputa entre Neymar y Nacho la pelota le cayó a Rabiot, que la estampó en la red.

El Real Madrid notó la descarga del gol. El desfogue de Marcelo en territorio ajeno y el tajo de Isco ya no resultaban suficiente. Hasta que Lo Celso hizo picar al árbitro. A un juez difícil de interpretar, sobre todo desde las filas del cuadro galo, que reclamó unas manos de Ramos. Tras un gran remate de Benzema desviado a córner por Areola, a la salida del saque de esquina el argentino sujetó por el hombro derecho a Kroos a un parpadeo del descanso. Suficiente para el colegiado italiano, cuyo penalti decretado sirvió para el tanto centenario de CR con el Madrid en la Copa de Europa. Casi nada.

El segundo acto tuvo peor pinta para el Real Madrid ante un adversario más fluido, con más soltura y más decidido. Durante un trecho, Neymar y Mbappé conectaron con más frecuencia. En el Real Madrid saltaron todas las alarmas. Hasta que llegaron los cambios, en los que acertó Zidane y no Emery, y la ajedrecista partida de los dos entrenadores equilibró otra vez el choque. El técnico español prescindió de Cavani, su delantero centro, y envidó con Meunier, un lateral derecho. Bale ya estaba en la sala de embarque, así que con el relevo ordenado el preparador vasco adelantó a Alves para que el belga pusiera el cerrojo ante la llegada del galés.

No fue la entrada del británico la que hizo renacer al Madrid. Con Lucas y Asensio por fin el Real cortó las alas al PSG. No solo le rebajó en la vanguardia sino que le hizo sangrar por donde más padece, por sus vías laterales en defensa. Remontado el partido, del arreón final, tan metabolizado desde el pleistoceno por el Bernabéu en las noches europeas de tronío, se encargó Asensio. Su toque de corneta, precisamente por el callejón de Meunier, por donde circuló el balear, no Bale, reventó al PSG en los últimos instantes. Primero, Asensio provocó un mal despeje de Areola que rebotó en CR para el 2-1. De inmediato, otra maniobra del mallorquín derivó en un pase a Marcelo, extremo de espíritu y defensa en sus ratos libres. El brasileño empalmó un zurdazo que dejó patas arriba al PSG cuando menos lo esperaba. En unos minutos finales Chamartín se le cayó encima, de golpe. En noches así, con el Madrid de por medio, el guion, el juego, las sensaciones… En muchas ocasiones nada suele acabar por ser lo que parecía. Al margen de lo que ocurra en París, el PSG ya sabe de qué va lo de las leyendas. En el Bernabéu no son un cuento chino.

Fuente: El País