Le propusimos charlar y accedió amablemente, porque él es así, lleva la sonrisa tatuada y el optimismo a flor de piel. Germán, un platense que vive en Bariloche desde el año 2000, quien un día decidió cambiar y dejar absolutamente todo en La Plata: la carrera de Ciencias Económicas, el trabajo en el Banco Municipal y los afectos; aunque se llevó consigo a su perro y su bordeadora. “Me imaginaba que podía trabajar cortando el pasto de los jardines, ¡vaya a saber!”, confiesa mientras se ríe. Pero hubo algo que Germán no estuvo dispuesto a soltar. Cada primer lunes del mes destinaba una pequeña porción de su sueldo en invitar a comer a Mc Donald’s a unos chicos de la calle con quienes la relación fue creciendo. Fue entonces cuando se dio cuenta que la ayuda social era algo que quería seguir realizando, tan así que cuando decidió vivir en la Patagonia -atraído sobre todo por el esquí- lo primero que hizo fue pensar cómo ayudar, a quiénes y dónde.
Un amigo lo conectó con Cre-Arte, un Centro Creativo y Cultural para Personas con Discapacidad. ¿Será que la vida lo estaba preparando para lo que vendría después? Enseguida se hizo amigo del director y comenzó a colaborar en un taller de carpintería, luego organizando los almuerzos y unos años más tarde, entrenando a un grupo de chicos para correr la maratón por los 100 años de Bariloche. La idea de la carrera era que todos llegaran juntos, que no hubiera solo un ganador. “Cuando menos quise pensarlo, pasamos de ser 6 o 7 a un grupo de 25. La pasábamos bárbaro”, cuenta. Todo ese trabajo era ad honoren, mientras se ganaba la vida como comerciante de ropa de mujer junto a su socio con quien tenían dos locales, uno en Bolsón y otro en Bariloche.
LAS VUELTAS DE LA VIDA
Antes de echar raíces en la Patagonia, Germán solía pasar las temporadas de invierno esquiando. Siempre amó Bariloche y esquiar. Sumado a esto, todos sus amigos practicaban snowboard, con lo cual ahí estaba también él, compartiendo junto a ellos.
Era el mes de agosto del 2005, Germán trabajaba en su local del centro, cuando un amigo lo invita al cerro. “Estaba nevando mucho, era un día feo y la verdad no me tentaba ir, pero terminé accediendo”, recuerda. Mientras practicaba snowboard se dio vuelta en una rampa, cayó de espaldas y enseguida notó que tenía una lesión medular. “Chicos, me rompí la espalda”, les dijo a sus amigos. Y agrega: “Hacía 5 años que venía trabajando con chicos con discapacidad, entendía del tema.” Enseguida lo trasladan a Buenos Aires para operarlo y recuperarse. Y si bien confiesa que lo primero que dijo fue: “No quiero vivir sentado, sáquenme la vida”, a los pocos días ya pensaba en volver a trabajar, quería correr una maratón con el grupo de Cre-Arte, y, además, aprender a esquiar sentado. “De repente sentí que la vida me había preparado para lo que me pasó”, confía.
Ya corría diciembre y había regresado a trabajar en el local en el mejor mes del año, ayudado de una empleada. Como correspondía a su deseo, también comenzó a entrenar nuevamente a los chicos para la maratón de 2005, con la diferencia de que en esta carrera él también se sumó. “Me pasó algo muy loco, muchos de ellos eran discapacitados mentales y cuando me vieron regresar en silla de ruedas pensaban que los estaba gastando, incluso uno me hizo una joda y me tiró de la silla y todo”, cuenta entre risas. Desde ahí en adelante su vida empezó a dar vueltas alrededor del universo enorme que representa la discapacidad, hasta que un día lo contacta un delegado del Cerro Catedral para proponerle diseñar las primeras jornadas de turismo accesible.
A todo esto, ya se había casado, aunque se separó a los pocos meses de su accidente; y luego de la recuperación apareció en su vida Keyla, ex mujer y mamá de sus 3 hijos (Joaquina de 7 y los mellis de 4, Iñaqui y Fausto). “Con ella sabíamos que la relación tenía fecha de vencimiento ya que pensaba irse a trabajar a México”, cuenta. Fue así que decidieron disfrutar el tiempo que les quedaba juntos, viajando y experimentando todo por primera vez luego de su accidente. Incluso llevaron adelante el proyecto Rotae (por rodar en latín), invitando a personas de otros países que tenían lesiones medulares relativamente bajas -es decir, que podían mover el tronco- a realizar deportes como parapente, kayac, buceo y rafting. “Antes me dediqué a probar todos los deportes yo mismo, quería adquirir experiencia en todo lo que pudiera”, aclara. Hasta que llegó el día y Keyla lo llamó desde Ezeiza para decirle que no viajaría, que se quedaría con él. Fue así que decidieron vivir juntos, casarse y más tarde se agrandó la familia.
En ese momento Germán decidió volver a esquiar. Sólo había pasado un año desde su caída. En paralelo, realizaba las primeras jornadas de turismo accesible, era nombrado Coordinador de Discapacidad en el Municipio y luego Director de Planta del Municipio de Discapacidad. Con el tiempo empezó a entrenarse en monoesquí ayudado por una mujer de EE.UU., quien le dio algunas clases en Chapelco, en una pista accesible. Aprendió muy rápido. Germán nunca se limita, siempre va por más.
“NUNCA IMAGINÉ ESTAR EN SILLA DE RUEDAS”
Nunca imaginó su vida en silla de ruedas, pero tampoco todo lo que le iría pasando. En el 2017 lo contacta Martín Bacer, el Presidente de la Asociación Argentina de Instructores de Esquí y Snowboard (Aadides) para invitarlo a ser parte de la Fundación CHALLENGE Argentina y desarrollar el esquí adaptado. Aceptó y comenzaron a preparar los cursos de capacitación para auxiliares. Pero la cuestión sigue. Hace un año Bacer le propone ser instructor de esquí. “Yo pensé, 45 años, qué movida hacer un curso a esta edad. Imaginate que cursaba con chicos de 17 a 20 años, y sin embargo ellos lo tomaron con total naturalidad”, resalta.
Al poco tiempo, Germán se gana a sí mismo en esta competencia feroz y cambiante que es la vida, y se recibe. Pero para su sorpresa y la del resto, cuando averiguan antecedentes de la actividad todos caen en la cuenta de que era el primer y único instructor de esquí adaptado del mundo, es decir, que se recibía en silla de ruedas y que enseñaba a personas convencionales (sin discapacidad física). Una cosa lleva a la otra, y es así como por un amigo en común la historia de Germán toca la puerta de Tinelli, quien pide un video para verlo esquiando. “Lo compartió en las redes y tuvo una repercusión impresionante”, cuenta. Y así surge la idea de invitar a la Fundación CHALLENGE Argentina a participar del Bailando. “Nos encantó porque en la Fundación trabajamos con todo tipo de discapacidad en adultos mayores”, explica. Y enfatiza: “Encima nos representan Piquín y Macarena Rinaldi, ¡dos bailarines de los mejores!”.
Germán sigue cumpliendo su sueño original, aquel que no podía soltar al mudarse a Bariloche, seguir ayudando a las personas que lo necesitan. Y ¿Quién mejor que él para entenderlos? Que vive en carne propia el ser parte de un mundo que -muchísimas veces- no está preparado en su infraestructura edilicia ni en otros aspectos para las personas que afrontan ciertas limitaciones. “Sabés que salí del programa y enseguida empecé a tener repercusiones. Pero lo que más feliz me hace es todas las personas con discapacidad que van a recibir ayuda, porque ya nos están donando equipamiento y con eso podemos llevar adelante un montón de actividades”, cuenta con emoción. Para él los motivos nunca son suficientes para bajar los brazos. “Te lo digo yo que cuando tengo a mis tres hijos en casa, más el trabajo, las reuniones, las charlas, me las arreglo igual. Los mellis son muy chiquitos, tienen 4 años, a veces me vuelven loco y salgo al parque de casa a largar un llanto de desahogo. Después vuelvo a la normalidad y entiendo que la vida es un poco así”, cuenta.
En la actualidad fabrica equipos de esquí adaptado junto a un socio, da clases de esquí en el cerro en temporada alta y brinda cursos de capacitación de trato a personas con movilidad reducida orientada al esquí adaptado. “Les enseño cómo armar una silla, cómo desarmarla, cómo subir y bajar escalones”, detalla. ¡Y eso no es todo! También brinda charlas motivacionales para la escuelita de “La Brujita” Verón, “Si no estudiás, no jugás”, y recientemente participó de la Cumbre Global de Discapacidad que se realizó en Tecnópolis.
ACTITUD + ESFUERZO= LOGRO DE LOS OBJETIVOS
Este es el nombre de una charla que da Germán en base a su experiencia de vida. Y nos cuenta de qué se trata: “Llego al espacio, las personas no saben que estoy en silla de ruedas. Se apagan las luces del lugar, les hago cerrar los ojos y les digo: viajemos, soñemos que tenemos 32 años de vida, momento de plenitud, la cresta de la ola. Ahora les pido que en un abrir y cerrar de ojos se visualicen en una silla de ruedas el resto de sus vidas. ¿Qué piensan? ¿Cómo voy a tener novia, cómo voy a bañarme, ir al baño, tener sexo? Todo eso me pasó a mí y apliqué esta fórmula ACTITUD + ESFUERZO= LOGRO DE LOS OBJETVOS. No hay que bajar los brazos ante cualquier adversidad, porque lo imposible no existe.”
Germán nos confiesa que nunca se deprimió, aun cuando los propios psicólogos le decían que en algún momento iba a caer. Y siempre que le pasó algo, como el accidente o la separación, le buscó la parte positiva. “No bien tuve el accidente ya pensaba en todo lo que quería hacer, sentía que el cambio me tenía que servir para mejorar, no para venirme abajo. Esto es lo que trato de contagiar en las charlas, que se pueden hacer cosas y que un cambio brusco no nos puede arruinar la vida.”
Por supuesto que él es una persona como cualquier otra, que sufre, se angustia, se enoja y extraña cosas, como jugar al fútbol; pero todo lo vivido hoy lo llevó, entre otras cosas, a ser el primer instructor de esquí adaptado en el mundo, con lo que representa esquiar en su vida. “¡Imaginate que al año del accidente ya estaba esquiando de nuevo, me apasiona, no es joda!”
Soñó con muchas cosas y las alcanzó. Se lo metió en la cabeza, se convenció y fue por todo. “Al hacer la rehabilitación hice un clic y dije: ¿me toca sentado?, bueno, vamos a ponerle todas las pilas. Y eso me empujó a hacer todo lo que hice. Si hubiera elegido ponerme negativo, no hubiera hecho nada”. Lo cierto es que toda esa etapa previa entrenando a chicos con discapacidad fue una especie de señal en la vida de Germán. Él se dio cuenta que “por algo pasan las cosas” y lejos de derrumbarse, uso esa caída como un súper envión para encarar cualquier cosa que se propusiera, porque cuando los sueños son tan grandes, los límites no existen. ¡A decir que sí y animarse, que de eso se trata la vida!