A 28 AÑOS DEL ATENTADO EN LA AMIA UN GRUPO DE PERIODISTAS RECUERDA CÓMO SE ENTERÓ DEL ATAQUE EXTREMISTA

A 28 años de la voladura del edificio de la AMIA, un grupo de periodistas recuerda cómo se enteró de la noticia del peor atentado perpetrado en la Argentina.

   – Baby Etchecopar:

«El día del atentado yo tenia un diario y una radio zonal. Me levanté para ir a la oficina y mi hija María Paz, que estaba mirando la tele me dijo: `Mirá, papá, explotó la AMIA´. Y yo le dije: `No, hija, debe ser la Embajada de Israel, que se debe estar cumpliendo una fecha´.
   María tenía razón. Llegué a la oficina y todo estaban mirando la tele: efectivamente era la AMIA. Las imágenes eran terribles, no voy a olvidarlo. Al principio no había mucha información, no entendíamos nada. La Argentina no estaba acostumbrada a este tipo de atentados internacionales.
   Todos los años luchamos para que se esclarezca porque no puede ser que este crimen terrible haya quedado en la nada o mejor dicho, haya quedado encubierto.» – Rolando Graña «El primer recuerdo que tengo del día del atentado contra la AMIA fue la vibración en la ventana. Yo me estaba bañando y sentí que vibraba todo.
   Yo en aquel entonces era corresponsal de CNN en la Argentina.
  Automáticamente me llamaron desde Estados Unidos para que cubriera lo que estaba pasando. Yo ya había trabajado mucho de manera internacional cuando fue el atentado contra la Embajada de Israel, por lo que ya teníamos los reflejos atentos, tanto así que la cadena contrató un móvil satelital, que en aquel entonces era carísimo: esto marca el interés que tenía el mundo en lo que estaba pasando. Transmitimos desde enfrente en una casa, alquilamos la terraza para poder mostrar los rescates y lo que pasaba.
   Lo que no podíamos saber es que delante mismo de todas las cámaras, casi como cuando un mago durante su truco te muestra las cosas y vos no ves lo que pasa por detrás, estaba lo profundo, lo que te van ocultando. No podíamos saber y nunca supimos que delante de nuestros propios ojos estaba ocurriendo un encubrimiento de Estado: que el motor de la Trafic no era el motor que estaba manipulado que apareció en lugares inexplicables, que el acta que escribieron los bomberos que lo encontraron no era verdad y que luego la desconocieron, que las explicaciones que nos dieron eran más políticas que reales.
   Al final del camino, muchos años después hubo un juicio que demostró que lo que hubo fue un encubrimiento de Estado. El Gobierno de Carlos Menem quiso desviar la atención a un grupo de policías bonaerenses, algo totalmente falso. Hubo complicidad de un juez federal, Juan José Galeano; de los fiscales de aquellos años que más que interesados por llegar a la verdad, estaban interesados en quedar bien con las órdenes que habían arreglado con el poder político.
   Esto es lo más angustiante cada vez que llega un aniversario del atentado contra la AMIA. Por supuesto las muertes: fui entrevistando a cientos de personas a lo largo de los años que perdieron a alguien y cada historia trunca fue doliendo siempre, pero también está el dolor de que de ese atentado nunca se supo la verdad y lo peor de todo es que nunca se supo por una decisión política internacional, una especie de inmenso complot que tuvo un capítulo nacional en ese encubrimiento de Estado comprobado en los juicios.» Débora Plager «Lo que recuerdo de aquella mañana del 18 de Julio de 1994 es haber estado en la casa de mis padres, yo vivía con ellos, estudiando encerrada en mi cuarto leyendo y preparando un examen para la universidad cuando de repente se escucha alboroto y empiezan los comentarios.
   Mis viejos estaban escuchando la radio en ese momento e inmediatamente se empezó a transmitir la noticia: otra vez la Argentina había sido víctima de un atentado terrorista.
   Yo aún no trabajaba como periodista, mi recuerdo es más personal hasta diría familiar. Afortunadamente no tuve ninguna persona cercana ni mía ni del entorno de mi familia que estuviera cerca de la AMIA en ese momento o que hubiese sido víctima del ataque terrorista. Mi madre daba charlas en la AMIA y tenía amigos muy cercanos.
   Obviamente todos los argentinos lo sentimos muy próximo, realmente cercano.
   Así me tocó vivir a mí lo que fue aquel atentado terrorista del 18 de julio en la AMIA.» Ari Paluch «El atentado de la AMIA lo viví mucho más de lo que lo cubrí porque hacía radio de madrugada en Radio UNO. Todos los días volvía a mi casa a las 6 de la mañana cuando todo el mundo se levantaba para trabajar y me sentaba a desayunar antes de dormir.
  Sin embargo, ese día me llamó mi mamá llorando diciendo que habían volado la AMIA.
   Por supuesto ese llanto tenía que ver con el dolor, con la indignación, pero también tenía que ver con la historia, porque ella había vivido muchos años en la calle Pasteur 644, donde yo también viví de chico ahí. Gran parte de mi infancia era cruzar con mi abuela a la AMIA. Afortunadamente esto fue 7 años después de que mi abuela muriera y ella no estaba en el lugar.» Antonio Fernández Llorente «Cuando ocurrió el atentado a la AMIA yo estaba en Haití: había pasado desde República Dominicana por la invasión americana. Yo lo miraba por la CNN desde allá y todo el mundo me preguntaba dónde quedaba la AMIA y qué estaba pasando. Yo no lo podía creer.
   Desde Canal 13 me pidieron que volviera, pero no podía hacerlo por el bloqueo: no había más vuelos, no se podía salir por tierra y estaba bloqueada la frontera. Cuando el canal se entera que somos rehenes de la dictadura de Haití nos llamaron y fuimos la única noticia por fuera del atentado.
   Yo cubrí al regreso, la marcha por los dos meses del atentado, en una ceremonia donde estuvo el presidente Carlos Menem, el canciller (Guido Di Tella) y toda la cúpula política que intentaba esclarecer lo sucedido, aunque nunca se esclareció y es una lucha que no se debe olvidar. Me hubiera gustado poder estar para relatar lo sucedido, pero lo vi por televisión.
   Varios años después tuve la posibilidad de ser el maestro de ceremonias en uno de los actos para recordar un 18 de julio tan doloroso como tantos otros.» Nacho Otero «Esa mañana de julio el estallido se escuchó hasta en el Conurbano. Yo vivía en Valentín Alsina con mis viejos y ese día había faltado a la escuela. Escuche un ruido que en ese momento comparé con un petardo lejano en Navidad. Mi abuela Delfina me cuidaba y tenía la radio prendida. Hablaban de una bomba y una explosión. Yo miraba la llave de paso de gas de la cocina sobre los azulejos amarillos. Días antes mi mamá me había hablado del gas y la importancia de controlarlo y su capacidad explosiva. Mi cabeza de un nene de 8 años pensó en eso primero. En un accidente.
  No tenía la capacidad de comprender todavía que algo así podría haber sido intencional. En la tele mostraban imágenes de escombros, de gente llena de polvo blanco, desesperada, llorando.
  Lo que nunca me voy a olvidar es haber descubierto en esas imágenes, el color espantoso que se lograba al mezclar la sangre con el polvo del cemento. Recuerdo el shock de ver cómo todos los programas que veía de chico, uno a uno, se iban cancelando por una transmisión en vivo por el atentado a la AMIA. Ese día fue la primera vez que sentí que el mundo se paraba.».

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