Por Valentina Ortiz
Comunicadora y periodista independiente, YouTuber y Activista por los Derechos de los Hombres
Desde hace años en mi canal de YouTube vengo tratando temas, cuanto menos, impopulares. Entre ellos se halla el debate moral, ético y legal de la renuncia a la paternidad. Una discusión con pocos adeptos y aún menos interesados en siquiera escucharlo…
Hasta el día de ayer.
La candidata a Diputada por La Libertad Avanza, Lilia Lemoine fue invitada al programa ‘Neura’ donde habló de su Proyecto para legalizar la renuncia a la paternidad (hablaremos más adelante por qué la palabra correcta es “legalizar”).
Tras sus declaraciones, cientos y cientos de soflamas incendiarias que carecen del más mínimo análisis contextual de la cuestión que se trata, surgieron como pequeñas ratas a devorar sin permiso ni perdón todos los matices que este debate DEBE contener. Sin pensarlo salieron a defecar sobre el jardín de las ideas que otros llevamos años construyendo respecto a la temática.
A mí personalmente me molesta, me enerva, me trastoca, o en palabras más argentinas ME RE CALIENTA ver cómo se puede cuidar una flor durante años y lo fácil que es arrancada por un vendaval de ignorancia mediática. Y por eso estamos como estamos. Porque el jardín de las ideas se desvirtúa a cada minuto cuando un montón de anónimos con más ego que interés en construir una sociedad mejor, se ven autorizados a hablar de una temática que ni siquiera comprenden. Y aquí no hay humildad que valga, porque no podemos sentarnos con un café pacíficamente a observar como el mundo se va a la re contra re mierda en nombre de la humildad.
Habemos, ciertamente, personas que comprendemos la profundidad de este debate moral. Habemos personas que hemos estudiado esta temática antes de que alguien la escuche de forma superficial en un medio de comunicación y se vea interpelada personalmente por una idea absolutamente deformada de lo que la renuncia a la paternidad conlleva.
Y siendo esta suficiente introducción y catarsis sobre las emociones que florecen en mí al ver cómo estamos sumidos en la auténtica ignorancia y desprestigio del conocimiento, comienzo con lo que se me pide: Explicar.
La renuncia a la paternidad es imposible ser entendida sin el debate del aborto legal. Tanto es así que incluso otro sinónimo de “renuncia a la paternidad” ampliamente conocido para quienes llevamos nadando en este río largo tiempo, es “aborto de papel”. Quizás sea esto lo que chirría sobre la intervención de Lilia en Neura, que tanto ella como su agrupación se oponen al aborto, lo que deja rengo al debate de la renuncia a la paternidad al venir desde el espacio de La Libertad Avanza.
Hace unos años se discutió en nuestro país la legalización de aborto, que acabó con su aprobación en el senado y su entrada en vigor. Aún recuerdo el debate de más de 9 horas que atentamente seguí a través de YouTube con la esperanza de encontrarme un argumento de peso (a favor, o en contra). No hubo ninguno. Sin embargo donde sí tuvo lugar un debate de peso fue en la calle. En las redes sociales. Entre los civiles de a pie que vemos nuestra vida modificada continuamente por mercenarios políticos que desde el absoluto desconocimiento atentan contra nuestra realidad. En esta temática siempre existieron tres aristas: El debate moral y ético, el debate de aplicabilidad legal y el debate científico. Salvando el debate científico que no tiene lugar en el caso de la renuncia a la paternidad, las otras dos variables se mantienen en ambos.
El debate Moral:
Les pido que hagan un ejercicio de regresión en el tiempo (sin cerrar los ojos porque entonces me estarían dejando de leer) y traten de recordar todos y cada uno de las razones argüidas por parte de aquellos que se posicionaron a favor del aborto legal: “¿Y si es muy joven y tener un hijo le arruina la existencia?” “¿Y si no tiene medios económicos ni estabilidad mental y física suficiente para hacerse cargo de un menor?” “¿Y si estaba estudiando?” “¿Y si tenía otros planes?” “¿Y si el hecho de mantener un hijo o no mantenerlo hace a esa mujer caer bajo la línea de pobreza?” “¿Y si esa mujer vive en un entorno perjudicial para el menor?” “¿Y si fue engañada para tener un hijo, el hombre se sacó el preservativo durante la relación sexual sin su conocimiento o eyaculó en su cavidad vaginal sin su consentimiento?” “¿Y si fue violada?”, “‘¡Un hijo no puede ser un castigo! Porque es condenar a la madre y también a su hijo a ser criado por una persona que ni lo quiere, ni está capacitada para criarlo”.
Resulta, señores y señoras, niños y niñas, que todas estas razones son tan válidas tanto en el caso del aborto legal como en el caso de la renuncia a la paternidad. Y digo “tan válidas” porque acá lo que importa no es tanto si lo validamos con unanimidad o no, lo que importa es la coherencia, otro concepto al que nos estamos desacostumbrando.
Si consideramos que ninguna de estas razones son válidas para defender el aborto legal, naturalmente tampoco serán válidas para la renuncia a la paternidad. Pero, por el contrario, si consideramos que todas y cada una de ellas tienen validez, entonces, culiados (casi un año en Córdoba hace mella en el vocabulario) lo único que no te convierte en un hipócrita y en un ventajista de la moral, es posicionarte también, al menos desde lo moral, a favor de la renuncia a la paternidad.
“¡Pero Valentina!” Oh, exclamó el dulce ignoto. “¡Los hombres no pueden ser violados!” A ver, amor de mi vida, corazoncito, primor, rey, hermoso, bonito… Lo que es o no violación, lamentablemente no lo elige la naturaleza, lo elige la ley. El hombre puede ser abusado sexualmente pero, en la mayoría de las legislaciones occidentales, nunca violado. Se considera violación únicamente a la penetración forzosa. Es decir, el ser penetrado vía anal o vaginal, sin el consentimiento de quien lo recibe. Pero, aquí está la trampa, es posible que un hombre tenga relaciones sexuales con acceso carnal sin su consentimiento. Existe la obligación de penetrar, hay suficientes casos documentados aún con el estigma que recae sobre los hombres que en muchos casos les impide hablar de lo que han vivido y esto, no se contempla como violación.
Creo que aunque la ley considere que sólo cuando existe penetración recibida se puede catalogar como violación, ninguna persona que aún conserve sus neuronas más o menos intactas, podría afirmar que el hecho de que se te obligue a penetrar vía anal o vaginal o otro ser humano sin desearlo, es, a todas luces, una violación. También resulta que la capacidad de que se produzca un embarazo no deseado puede darse tanto en la penetración forzosa como en la obligación de penetrar, porque aquí el dato clave es que exista una penetración vía vaginal.
“¡Pero Valentina! No es lo mismo porque una mujer puede ser víctima de que el hombre retire el preservativo a mitad de la relación sexual o que eyacule dentro sin el consentimiento de la mujer”. Señor, cállese un poco, en serio. Si bien esto es cierto, lo cierto también es que existe un paralelismo inequívoco en el caso de los hombres, y esto, la Srta. Lemoine lo comentó en su entrevista.
Quizás con demasiada vagueza y pocos detalles, quizás con pocos ejemplos, quizás partiendo de lo que en el mundo académico se considera “evidencia anecdótica” (“Mi abuela era enfermera y lo vio…”), pero también existe en el mundo académico otro concepto ampliamente conocido “Principio de caridad”. El Principio de Caridad consiste en dar la mejor interpretación posible a lo que dice el otro, y no la peor. Quise con Lilia aplicar el Principio de Caridad y fui capaz de entender a qué se refería.
Lilia dijo “Existen mujeres que pinchan el preservativo para quedar embarazadas y así retener al hombre. Mi abuela que era enfermera lo vio mucho” (parafraseo, no recuerdo sus palabras exactas). Esto es total y absolutamente cierto. Describe una realidad que existe y de la que poco se habla (porque resulta que en la sociedad posmoderna que habitamos, los derechos reproductivos de los hombres importan más bien poco), pero también existen otras circunstancias de fraude reproductivo (me gusta llamarle así) que paso a describir en un ejemplo práctico real vivenciado por un amigo mío:
Mi amigo tenía una novia con la que convivía. Esa novia tomaba pastillas anticonceptivas. La relación no estaba precisamente en su mejor momento, vale recalcar esto. Novia tenía su blíster de pastillas anticonceptivas en una repisita del baño. Novio (amigo mío) veía como cada día una pastillita desaparecía y así presumía, con la complicidad de la confianza propia de una relación de pareja, que su novia las estaba tomando. A esto le sumamos otro detalle: El gasto del blíster mensual, lo sufragaba él. Un día novia sale embarazada. Novio se pregunta cómo pueden haber tenido tanta mala suerte con el bajo porcentaje de error que tiene la pastilla anticonceptiva y es entonces que novia, confiesa, ni corta ni perezosa, que llevaba más de un año arrojando diariamente la pastilla al inodoro con la esperanza de que si ella quedaba embarazada, la relación se fortalecería e impediría la separación. Es decir, en criollo: “Te mentí abierta y descaradamente para quedar embarazada obviando por el camino tu derecho a una discusión y consenso sobre si querías o no tener un hijo y te forcé a una paternidad que no deseabas para así evitar que, por culpa o sentido de responsabilidad, no me dejes”. No sé para ustedes, pero para mí estas dos circunstancias son bastante paralelas a retirar el preservativo sin conocimiento de la mujer o eyacular dentro de la cavidad vaginal sin el consentimiento de ésta.
¿Podemos concluir entonces, que el debate moral sobre las razones para la posible legalidad son paralelas? Respeto la coherencia sobre todas las cosas y aunque todos somos humanos y alguna vez todos pecamos de falta de coherencia, creo que en nuestro camino a la mejora personal tenemos que perseguirla en todos los contextos de la vida. Por eso yo no vengo aquí a intentar convencer a nadie de estar a favor o en contra del aborto, o a favor o en contra de la renuncia a la paternidad. Existen otro montón de matices en los que no me voy a adentrar ahora porque no son relevantes en este momento para el punto central de lo que busco exponer. Lo que sí busco es defender el valor de la coherencia: O a favor, o en contra.
Para que este apartado esté completo, no podemos evitar abordar la cuestión respecto de la soberanía de las mujeres de tomar decisiones conscientes sobre el plano de la realidad. No somos niñas y no espero que la sociedad nos trate como tales ni que nosotras exijamos esa barbaridad de trato denigrante. Somos personas adultas capaces de evaluar el contexto que nos envuelve y de tomar decisiones conscientes con base en ese contexto. No existe derecho tal como el derecho a obligar a otro a paternar. No existe derecho tal como el derecho a obligar a un tercero a sostener las consecuencias y sufragar económicamente una decisión que no está tomando. Menos aún cuando a la inversa jamás se contempla: Un hombre (por razones evidentes ligadas a que el cuerpo femenino es el único afectado por un embarazo) no puede depositar sobre una mujer la responsabilidad de cargar en su vientre, cuidar y alimentar a un hijo que ella no desea tener. El otro día, en sincronía perfecta con la intervención de la Srta. Lemoine, Britney Spears relata en su nueva autobiografía cómo “Justin Timberlake la habría obligado a realizarse un aborto cuando salían juntos”. Esto es mentira. Justin Timberlake no la obligó a realizarse un aborto. Justin Timberlake sencillamente informó a Britney Spears de su total desinterés y negativa a hacerse cargo del bebé que habían concebido y que en ese momento era un pequeño cigoto en el vientre de Britney. Justin Timberlake no privó a Britney de ese hijo. Britney podría haber decidido traer al mundo a esa criatura de todas formas y decidió no hacerlo. Ante la posibilidad de afrontar la maternidad por su cuenta, ella optó por no seguir adelante con ese embarazo.
Aplicabilidad legal y diferencias entre renuncia a la paternidad y abandono parental:
Tengo la absoluta certeza que cuando a un ignoto prepotente le hablás de renuncia a la paternidad, lo que se le viene a la cabeza es abandono parental. Apuesto mi cabeza a ello. El abandono parental tiene lugar, por ejemplo, cuando papá se va a comprar cigarrillos cuando el niño tiene ocho años y la compra de cigarrillos se perpetúa a lo largo de toda la vida de ese menor. Abandono parental es también cuando a los pocos meses de nacido el bebé, papá se ve superado por la situación y decide borrarse para siempre. Abandono parental tiene lugar cuando tras esto, papá no cumple con las obligaciones alimentarias para con el menor. Nada de todo esto es renuncia a la paternidad.
Renuncia a la paternidad bien comprendida es lo siguiente:
Progenitora hembra queda embarazada en un país que contempla el aborto legal. Progenitora hembra tiene el deber y la obligación de informar a progenitor macho del embarazo. Mientras que progenitora hembra, según el país, tiene entre 12 y 14 semanas para realizarse un aborto desde la concepción; dado que progenitora hembra podría ocultar el embarazo hasta el alumbramiento, el plazo de progenitor macho para renunciar a la paternidad corre desde que progenitora hembra informa a progenitor macho. De esta manera, también pasa a ser interés y beneficio de progenitora hembra informar con celeridad tras recibir la noticia. ¿Por qué?
Bien, acá explicamos cómo funcionaría el proceso de filiación legal: Progenitor macho debería tener aproximadamente 2 o 3 semanas para tomar la decisión sobre si quiere asumir esa paternidad o renunciar a ella. Renunciar a ella implica renunciar a las obligaciones pero también renunciar a los derechos. Progenitor macho no deberá sostener económicamente la vida de ese menor, pero tampoco podrá aparecer en la vida del pendejo cuando el pendejo tiene trece años. En caso de renunciar, a todas luces, ese bebé en el vientre NO es su hijo.
“¡Pero Valentina! ¿Cómo un juez va a tener que dirimir todas y cada una de las veces que un padre quiera renunciar a la paternidad si estas razones para acceder a la renuncia a la paternidad existen?” No. A ver: De la misma manera que cuando se planteó el aborto legal se arguyeron un sinfín de razones morales por las cuales una mujer podría querer acceder a un aborto legal (descritas y detalladas en el apartado de arriba) pero estas razones NO tienen que ser planteadas ni dirimidas en un tribunal de familia, lo mismo ocurre con la renuncia a la paternidad. Tenemos que ser capaces de diferenciar entre un argumento moral y un proceso judicial.
En el hipotético caso de que se aprobara en el Senado de la Nación una Ley de Renuncia a la Paternidad o se modificara la Ley de Aborto para contemplarla, se establece al igual que en el aborto que cualquier padre, por cualquier motivo que considere oportuno, puede optar por esta decisión siempre y cuando lo haga dentro de los plazos establecidos y a través de los mecanismos legales proporcionados para ello.
Imaginemos pues, que progenitor macho en efecto decide que desea renunciar a la paternidad. Ahora es el momento de progenitora hembra de tomar su decisión: Se hace cargo de ese bebé por sí misma, o bien lo da en adopción, o bien se practica un aborto.
“¿Y por qué el hombre tiene que tomar la decisión antes y la mujer queda supeditada a tomar una decisión frente a la decisión de él?” Porque la naturaleza es perra y puta y da la maldita casualidad de que quien tiene la capacidad de gestar es la hembra. Es precisamente por eso, a fin de respetar el derecho de la mujer a decidir sobre su reproducción, que el plazo del varón se da primero y es menor. Porque si el progenitor masculino decide primero, la mujer entonces tiene la posibilidad de escoger. Sino, se le priva.
Cerrando este tema con broche de oro, los animo a practicar fervientemente la coherencia y el amor por la razón. Si pedimos igualdad ante la ley y contemplamos que un hijo no debe ser un castigo porque no sólo es una condena para los progenitores que no pueden ni quieren ser padres sino también una aberración para el futuro de ese niño (y los invito a pensar en este contexto cuántos casos existen de progenitores hijos de la grandísima donde hubiera sido preferido que lo dieran en adopción, lo abortaran o renunciaran a la paternidad a que los torturaran, abusaran, maltrataran o asesinaran), entonces señores, no podemos establecer progenitores de primera y progenitores de segunda. Porque eso convierte a algunos niños, en niños de tercera. Sometidos a la voluntad de quien jamás miró por su bienestar.